domingo, abril 27, 2008


CARTA A NUESTROS HERMANOS PRADOSIANOS DE
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.

Saludo.

Con el tema: “Animados por el Espíritu Santo, ir a los pobres para ser con ellos discípulos en misión”, se llevó a cabo la Asamblea latinoamericana, del 7 al 16 de enero del 2008, en Lima, Perú. Estuvimos presentes 29 pradosianos de diferentes países: Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, el Caribe, Brasil y México. Estuvieron, también, entre nosotros Robert Daviaud, Responsable General del Prado y José Aristeu, Asistente del mismo. El clima de amistad que ha prevalecido en el encuentro, ha sido una muestra de que es el Espíritu el que nos ha convocado y hecho encontrar. Nuestro agradecimiento a los hermanos de Perú que han sido buenos ministros de la hospitalidad de Dios y de los pobres. Resonaron en nuestro encuentro tanto las convicciones de la Asamblea de Lyon 2007, como las conclusiones de nuestros obispos en Aparecida. Reconocimos que los llamados de nuestros pastores son una gran oportunidad para la gracia del Prado en América Latina. El tema del discipulado nos resulta sumamente familiar, así como su consecuente misión en medio de los pobres. Agradecíamos profundamente a Dios este nuevo Pentecostés para la Iglesia de América Latina, que busca renovarse en su misión, desde el Evangelio y la opción preferencial por los pobres.
Muy significativas e iluminadoras fueron las visitas de: El P. Marco Arana, que nos compartió sobre su trabajo pastoral en torno al problema de la contaminación provocada por la explotación minera en Cajamarca (Perú). El P. Pedro Hughes nos habló sobre la preparación del documento de Aparecida y resaltó sus aportes y vacíos. El P. Gustavo Gutiérrez, nos clarificó la opción preferencial por los pobres desde las Conferencias latinoamericanas y especialmente el aporte de Aparecida. También compartió con nosotros Mons. Pedro Barreto S.J., arzobispo de Huancayo, la celebración eucarística y su experiencia del encuentro en Aparecida.

La Palabra de Dios, estudiada al inicio de cada jornada y la Eucaristía al final, fueron el alma de nuestro encuentro. El Evangelio de san Lucas (cap. 9-10), estudiado con el corazón, iluminó el caminar de estos días. El camino del discípulo y del apóstol trazado por Antonio Chevrier, en el trasfondo del cuadro de saint Fons , acompañó nuestra oración y reflexión.

1. Realidad de nuestros pueblos.

Comenzamos nuestra Asamblea cultivando la mirada creyente sobre la vida nuestra y la de nuestros países. Nuestro análisis de la realidad trató de entrar en comunión con el corazón de Dios, que contempla creativamente a la humanidad. La mirada de Dios no simplemente conoce, sino que impregna de vida, es comprometida y creadora. Por ello pudimos admirar el intenso trabajo del Espíritu en el corazón de las personas, los procesos y las estructuras:

La insultante concentración de bienes en pocas manos frente a la miseria de muchos, es decir, crecimiento económico con desigualdades que genera sobrantes, excluidos y desechables.
La idolatría del poder por parte de algunos dirigentes que les hace olvidarse de la promoción humana y la calidad de vida de sus pueblos.
La explotación irracional de los recursos naturales que genera: desarraigo, contaminación, muerte y graves problemas ecológicos.
Narcotráfico: producción, tráfico y consumo de drogas, que descompone el tejido social, genera prácticas de violencia y graves violaciones de derechos humano. Y en relación a esto está la presencia de la guerrilla en algunos países.
El comercio religioso: que lucra con la necesidad espiritual de nuestra gente.
La falta de comunión eclesial en algunos niveles.
La desintegración de las familias, muy afectada por las migraciones, entre otros problemas.
Fue unánime la interpretación de que la V Conferencia del CELAM es una luz esperanzadora y aliento para una audaz evangelización.
Nos alegramos por los procesos democráticos que se van gestando en nuestros países, a pesar de que esto no se ha traducido en grandes cambios estructurales para muchos de ellos, al menos los necesarios para ser dueños de su propio destino. Sin embargo, se va construyendo una dinámica de mayor participación de la ciudadanía, que va buscando caminos para asumir su propia responsabilidad en la construcción del bien común, y va haciendo oír su voz en la toma de decisiones.
Va en aumento la conciencia ecológica frente a la amenaza del rompimiento cada vez más profundo del equilibrio de la naturaleza, reflejada en los cambios climáticos y en los desastres naturales.
La cultura de los pobres va echando raíces cada vez más hondas, tanto en los ámbitos civiles como eclesiales. Muchas iniciativas en relación a la cultura, la economía, la salud, van encaminadas a la promoción humana. En la Iglesia sigue estando viva la tradición de la opción preferencial por los pobres, con su rica variedad de formas de llevarla a cabo. Más aún, pareciera que actualmente sale de ciertas catacumbas.
Constatamos que el Prado va adquiriendo, poco a poco, una presencia significativa en nuestras diócesis. Su aporte se deja sentir en procesos pastorales serios, en la formación de laicos, seminaristas y sacerdotes. El camino del verdadero discípulo trazado en el Prado es una forma excepcional de concretizar la Iniciación cristiana y la catequesis, que tanto preocupa hoy a la Iglesia. La contemplación de la misión de Jesús desde su pobreza pone las bases para el cultivo de una espiritualidad que inspire un auténtico servicio a los pobres.

2. Animados por el ministerio del Espíritu.
Después de haber mirado la realidad de nuestros países e Iglesias locales, nos dejamos iluminar por Palabra de Dios, la Asamblea de Lyon y el documento de Aparecida.

El Evangelio de Lucas en los capítulos 9-10, nos presentó la fuente de nuestra participación en el ministerio del Espíritu: Hemos sido convocados por él en torno a Jesucristo. La llamada entraña en sí misma tanto el discipulado como la misión. Apenas son llamados los discípulos se les confía la misión de predicar y curar. Pero inmediatamente después de la misión son puestos por Jesús en el camino más explícito del discipulado. Un discipulado que parece comenzar siempre de nuevo. Los discípulos son sorprendidos continuamente y denunciados en sus propios proyectos. Frente a la generosidad radical de la misión de Jesús, siempre se van a sentir necesitados de la conversión. Sin embargo, a pesar de la incapacidad de los discípulos para comulgar plenamente con el estilo de vida de Jesús, éste no renuncia a continuar enviándolos y a alegrarse por lo que el Espíritu hace en ellos (Lc. 10, 21-24). En la oración, Jesucristo, enseñará a sus discípulos a reconocer el ministerio del Espíritu en medio de los pobres: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos” (Lc. 10,21)

La Asamblea de Lyon y el documento de Aparecida arrojan luz sobre el misterio de la vocación y la misión para ayudarnos a reconocer lo que Dios ha hecho con nosotros y la tarea que nos acarrea.
El Espíritu que nos anima es el mismo que ha estado trabajando siempre para poner en camino a tantos servidores de la libertad y la justicia en medio de su pueblo. Sin embargo la plena creatividad y profundidad del Espíritu se ha manifestado en Jesucristo. “El Espíritu forma a Jesucristo en María. Le hace nacer pobre, abrazando la condición de los pobres, primeros destinatarios de la Buena Noticia (Lc. 2,8-24)” (Asamblea de Lyon). A partir de esto, los pobres encuentran su puesto en la creación y en la comunidad de discípulos. El Espíritu Santo inserta a los hombres y en particular a los pobres en el Cuerpo del Resucitado, convirtiéndolos así, en sujetos y actores de la evangelización. Ellos son los depositarios de la humanidad nueva en Cristo. Somos invitados a colaborar con el trabajo que el Espíritu hace en ellos. Como carisma eclesial, el Prado quiere agudizar la mirada y el corazón para reconocer, como Jesús, los movimientos del Espíritu a favor de la dignidad humana, y animar a otros a estar a la escucha.
Aparecida presenta la necesidad urgente de revitalizar el discipulado-misionero, frente al peligro que corre “el rico tesoro del Continente Americano, de perder su patrimonio más valioso que es su fe en Dios Amor (D.Ap. 13). La recuperación del método Ver-Juzgar-Actuar, pone a nuestros pastores frente a las luces y sombras de nuestro tiempo. Nos invitan a no dejarnos desconcertar por los grandes cambios que se experimentan (D.Ap. 20). La realidad de una cultura que se construye sin Dios o incluso contra Dios, afecta negativamente a los más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social (D.Ap 65 y 402). Los excluidos no son solamente “explotados”, sino “sobrantes” y “desechables”. Además de esto están las pobrezas escondidas (D.Ap. 176). Frente a esta realidad, nuestros obispos, nos apremian a buscar juntos una renovación de la acción pastoral con sentido integral. Nos recuerdan que la opción por los pobres es inherente a la fe y misión de la Iglesia. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre y hermano nuestro. (Hb. 2, 11-12). Ella, sin embargo no es exclusiva, ni excluyente (D.Ap. 392).

3. Llamados y compromisos.
Los acontecimientos de la Asamblea general del Prado 2007 y el encuentro de Aparecida, constituyen un Kayros para el Prado latinoamericano y caribeño. Sentimos un llamado urgente a profundizar nuestra espiritualidad para ser “Apóstoles pobres para los pobres”. Por ello:
1. Acogemos los llamados y recomendaciones que nos hizo la Asamblea general del Prado para los próximos seis años (Estudio de evangelio, Hacer el catecismo, Castidad y Pastoral vocacional).
2. Nos sentimos comprometidos a profundizar nuestra vocación pradosiana desde el documento de Aparecida.
3. Acompañaremos procesos liberadores, como buenos Samaritanos, en actitud de amistad, para revitalizar la evangelización de los pobres.
4. Nos ayudaremos, entre sacerdotes, a integrar la afectividad y la misión (relación familiar, enamoramientos, relaciones con el obispo, cambios de destino pastoral, relación con la comunidad).
5. Haremos discernimiento sobre la vida austera y medios pobres en función de la misión.
Despedida.

Dios nos guarde en la escucha atenta de su Evangelio, en la solicitud por los pobres y en nuestra fraternidad sacerdotal. María, el rostro que dignifica a la mujer y Estrella de la Evangelización interceda por nosotros para con renovada vitalidad instauremos el Reino de su Hijo Jesucristo en el continente de la alegría y de la esperanza.

A 16 de enero del 2008
Lima, Perú.

Atte.

Asamblea Latinoamericana y del Caribe.