lunes, abril 28, 2008

EL ESTUDIO DEL EVANGELIO: TESTIMONIO DE UNA EXPERIENCIA

“Gracia” y “Trabajo”

El Estudio de Evangelio: testimonio de una experiencia
_______________________________

_______________________________

Pbro. Jorge Álvarez C ./ Lima, Perú

El Estudio de Evangelio es herramienta central para el P. Chevrier. Yo recibí ese legado, allá por los años 95, durante mi mes de formación. Eran los inicios de mi experiencia en la familia del Prado. Desde esa época la práctica del EE ha marcado mi vida.

Se pidió en esa oportunidad a cada uno de los participantes escoger un texto bíblico y formular la pregunta que orientara la búsqueda orante. Supongo que todos los pradosianos que han hecho la experiencia del mes han tenido esa práctica. Yo escogí la II Carta de Pablo a los Corintios. Quería ahondar en el tema de “la prueba” en la vida del discípulo. ¿La motivación? En esos años empezaba a vivir en carne propia y dolorosamente la experiencia de una iglesia local que crecía en desconfianza ante todo lo que hiciera alusión a la iglesia de los pobres. Y necesitaba criterios para vivir evangélicamente ese momento. Recuerdo mucho el ‘trabajo’ de esas mañanas, las luces recibidas y las orientaciones que pude encontrar y que me fueron tan útiles en los años siguientes!

Debo confesar sin embargo, que no he vuelto a repetir la experiencia... Siento que, dadas mis limitaciones personales, necesitaría un tiempo como el del mes, un ‘tiempo de ‘ocio santo’ como para lograrlo. Por ahora, lo veo difícil….. ¡Qué lejos estoy de la capacidad mística de Chevrier dentro de su vida apostólica! Yo no lo logro!. Mi sicología no ve la forma de ‘abrirse espacios’ en el ritmo de la vida apostólica que llevo… Diré como San Pablo: “Veo en mis miembros otra ley que está luchando contra la ley de mi espíritu…¿quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Sólo Dios, a quien doy gracias por Cristo Jesús, nuestro Señor!” (Ro 7, 27-25).

Sin embargo, el EE sí ha sido y es un momento que trato de cuidar. Puedo decir que mi práctica del EE tiene como dos momentos fuertes cada año, en los dos encuentros que tenemos como familia pradosiana. Ahí separamos cada día unos cuarenta y cinco minutos para el EE a partir de textos escogidos previamente, con preguntas para orientar la búsqueda. Otro momento fuerte es el retiro personal que trato de hacer anualmente –generalmente en cuaresma- en un monasterio benedictino. Ahí, siguiendo el ritmo de la vida monástica, me doy una hora para ahondar en los textos de la liturgia del día que marcan la vida diaria monacal, con la única pregunta “qué dicen estos textos bíblicos?” “qué me dicen para ser mejor discípulo-misionero”. En tiempo de cuaresma este tipo de EE contribuye para entrar en la dinámica del encuentro gratuito y la búsqueda de fidelidad dentro de mi ministerio.

La práctica cotidiana es mucho menos profunda. Trato de separar una buena media hora para el EE de los textos bíblicos que nos ofrece la liturgia diaria y me hago las mismas preguntas del retiro anual. Cuánto me gustaría tener mayor espacio exterior e interior para ahondar en tal o cual punto! Pero debo ser franco, mi vida cotidiana no lo encuentra. La agenda, las tareas, las responsabilidades ‘mueblan’ mi espíritu y no permiten encontrar la paz y tranquilidad necesarias para sumergirme en la experiencia como los textos merecen y yo quisiera.

Comprendo bien que esta experiencia mía deja mucho que desear, pero prefiero dar el testimonio que se me pide, siendo transparente. Quizá varios están con los mismos deseos y se encuentran con los mismos límites!!

Sí puedo afirmar, que el EE constituye para mí una gracia, un don que ha enriquecido y enriquece mi vida personal como pastor. Los textos que la iglesia me da cada día los acojo en gratuidad, es decir, como una gracia, como un regalo, como una invitación a dar mayor calidad a todo mi ser de pastor. Pero también soy muy sensible a eso que nos piden las Constituciones, citando a Chevrier “este llamamiento nos exige dedicar mucho tiempo a la contemplación y al estudio del Enviado del Padre. Para poder alcanzarlo todo nuestro trabajo consistirá en, guiados por el Espiritu, estudiar a Jesucristo….’ningún estudio, ninguna ciencia debe ser preferida a éste’…” (Constituciones, n .12). La gracia supone acogida agradecida, pero ese don está llamado a hacerse carne. Y por eso demanda también esfuerzo, trabajo del que lo recibe para ‘comprenderlo’ en su hondura y para tratar, aunque sea de manera pequeña y limitada en hacerlo carne. Para mí este número de las Constituciones me interpela siempre y pido fuerzas para que lentamente pueda vivir eso de ‘ningún estudio, ninguna ciencia debe ser preferida a ésta’. ¿Llegaré algún día hacer del Estidio del Evangelio EL TRABAJO POR EXCELENCIA para “hacerme más capaz de trabajar eficazmente en la salvación de las almas” (Const. N. 2)? Ése es el reto, ése el llamado!! Que la familia del Prado me ayude!!